Séneca y Mari (la figura de la mitología vasca, guardiana de bosques y montes) se han unido en torno a la carrera a la cumbre del Txindoki. Séneca enseñaba que una característica del bien es que éste es difusivo. Un acto bueno va más allá de sí mismo. La carrera a la cumbre del Txindoki ha generado un bien mayor del imaginado por los organizadores. Las apuestas públicas hechas en bares y centros de reunión han crecido más allá de lo que podía pensarse. Todos tienen algún favorito, una preferencia. Sin embargo, en un ambiente festivo se ha descubierto que esas preferencias no rompen con el respeto. Se ha vuelto a descubrir algo que todos deberíamos saber: que se pueden tener diferencias sin romper la unidad. Mari, desde su morada en la cumbre del Txindoki, parece que ha llamado a sus hijos a su cumbre, a casa. La llamada ha hecho recordar la unión y amor que existe entre los vascos por la naturaleza y por la vida. Nadie en la región se ha quedado indiferente; todos quieren ser participes de esa carrera en la que el corredor no se enfrenta con otros, sino que se mide con la fuerza de la naturaleza a la que trata de vencer para imponer la propia vitalidad. El bien de Séneca, la llamada de Mari, se asemejan a la vocación de todos nosotros, participantes en nuestra particular carrera para alcanzar nuestra cumbre personal. Esa es la gran apuesta que a todos nos incumbe. Ganará el mejor. Por eso todos se sienten ya ganadores.